martes, 13 de diciembre de 2011

Las Espuelas de Oro de Cervantes


Cuentan que…  Don Miguel de Cervantes Saavedra se hizo unas espuelas de oro para celebrar su nombramiento como comisario de provisiones de la Armada Invencible. Tras su fallecimiento en Madrid sus restos mortales fueron sepultados con ellas en una capilla noble del Convento de las Trinitarias de Madrid.
Algún tiempo después, durante la celebración de un festejo taurino en la Plaza de las Ventas, el público allí congregado contempló asombrado a un joven caballero de la nobleza madrileña que dispuesto a la lidia de un toro a caballo como era costumbre en la época, lucía unas extraordinarias espuelas de un dorado intenso.
Nada más salir al ruedo, el astado embistió con fiereza a montura y jinete derribando a ambos. Al joven caballero sólo le quedó aliento para balbucear “… las espuelas…”. Al poco tiempo, se averiguó que unos días después de la muerte de Cervantes, el caballero encargó a un rufián profanar la tumba del literato para hacerse con sus codiciadas espuelas. Desde ese momento nadie en el entorno dudó de que el trágico final del caballero fuera provocado de alguna manera por el espíritu, agraviado de Miguel de Cervantes.
Tras la confusión del incidente taurino, nadie supo a ciencia cierta donde fueron a parar las extraordinarias espuelas.